Insisten en traer a su exótica mascota al trabajo. Cada día. Sin correa. Convirtieron su cubículo en un salón de manicura y el negocio está en auge. Su “pausa para almorzar” diaria se ha convertido en una siesta de cinco horas. Despedir a estos empleados (afortunadamente ficticios) sería muy fácil. Pero en el mundo real, decidir despedir a un empleado...
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